Aguascalientes, Ags.- Depende para quién y para qué, sería la respuesta más obvia a esta pregunta. Pero si efectivamente el PRI gana la elección presidencial y, además, con una cómoda mayoría en el Congreso, entonces esa interrogante resulta fascinante no sólo como discusión académica de la mayor importancia sino como un asunto crucial tanto para la gobernabilidad eficaz del siguiente gobierno como para la consolidación institucional y de la democracia en México. Veamos.
La sabiduría convencional dice que el equilibrio de poderes es un elemento saludable en todo régimen político, como se observa cotidianamente en los países desarrollados, pero en las democracias incipientes es condición indispensable para su maduración. Se entiende que en estos sistemas hay una etapa de transición en que la relación ejecutivo-legislativo es poco eficiente y se presume que con el tiempo llegarán a eso que se llama “control cooperativo”, mecanismo mediante el cual el legislativo funciona con un claro objetivo de representación ciudadana y, en consecuencia, ni se somete al dictado del ejecutivo ni lo bloquea de forma sistemática, sino que aprueba políticas y reformas o se opone a ellas de manera razonable.
Esto no pasa sin embargo en América Latina. El informe Nuestra Democracia , de Naciones Unidas, muestra que en ciertos países los excesos del presidencialismo han llevado a invadir la esfera propia del legislativo y a usar, por la vía de decretos, reglamentos o argucias semejantes, facultades que teóricamente sólo a éste pertenecen. En este caso, la respuesta a la pregunta inicial es que un sistema efectivo de control entre poderes sería problema para el presidente pero ventaja para la democracia mexicana.
Pero en el lado opuesto, al menos desde 1997, cuando el partido gobernante perdió su mayoría, no ha existido en México una relación eficiente entre presidente y legislativo, una de las causas por la cual no han pasado reformas estructurales esenciales para el crecimiento del país. En este escenario, si el partido ganador se lleva también la mayoría en el Congreso, sería estratégico para el presidente el apoyo de sus legisladores (asumiendo que cuenta con ellos), podría concentrarse en las reformas –educativa, laboral, telecomunicaciones, fiscal, etc.– que le interesan directamente a la gente y sacarlas más rápidamente, y sólo después en la reforma política, cuyo racional –que supuestamente era condición sine qua non para construir mayorías– tendría que ser rediseñado pensando en cómo modernizar otros componentes –proporcionalidad electoral, sistema de partidos, reelección, etc.– del régimen político.
Por lo tanto ¿cómo conciliar lo que parece ser un problema para la democracia pero puede ser una ventaja para que el presidente ofrezca resultados concretos a la ciudadanía en una variedad de políticas públicas? O dicho de otra forma: ¿cómo asegurar la consolidación institucional del régimen y al mismo tiempo la eficacia del presidente y su gobierno?
Esta es parte de la discusión que viene. |