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¿A dónde va México
con el PRI?

2012-08-29

Aguascalientes, Ags.- El gobierno y la sociedad supuestamente deben ir en armonía encaminados a un mismo fin, que es la búsqueda del bien común, contando con que ambos tienen relaciones cercanas y razonablemente buenas.

En una sociedad democrática, la elección de sus gobernantes es un ejercicio de libre voluntad y de transferencia del poder individual en su origen y acumulativamente del poder colectivo de la mayoría de la sociedad a unas personas, para que se encarguen de las cosas públicas. Lo óptimo en esta relación es que los gobernantes sean verdaderos representantes de la sociedad que los eligió y por lo tanto sus acciones vayan encaminadas a atender sus necesidades y aspiraciones. Sin embargo, no siempre es así, llegando a darse el caso de la divergencia entre sociedad y gobierno, que en distintos grados se llega a manifestar, siendo esto debido a la diferencia de evolución de ambos actores.

La mayor parte de las veces es la sociedad la que se desarrolla con mayor rapidez, máxime en estos tiempos de globalización en los que la difusión de ideas y el intercambio de opiniones permite una acelerada formación de conceptos que conducen a la acción. Esta aseveración está firmemente confirmada con el ejemplo de los países del norte de África, cuyos gobiernos se anquilosaron, mientras que sus sociedades iban muy por delante dejándolos atrás; el resultado de esta situación está a la vista.

En México, sin llegar a esos extremos, esta situación se ha ido presentando desde el 1985. Cuando el gran terremoto asoló la ciudad de México, se evidenció la parálisis del gobierno y en contrapartida la actividad de la sociedad civil quien fue la que salvó la situación. El viejo modelo de gobierno del PRI se derrumbó en el año 2000, poniendo en claro que su ideología y formas de gobierno iban por un lado, mientras que el pensamiento de la  sociedad iba por otro; eso explica el cambio de partido gobernante. El PRI ha vuelto al poder, las razones son tantas que resulta ocioso analizarlas y no son objeto de este escrito, por lo que únicamente sirven para afirmar que el próximo presidente es Enrique Peña Nieto; no hay duda de ello.

EPN llega a la presidencia con un México cuya sociedad  ha rebasado en su pensamiento político a los partidos y por el otro lado con unos partidos anacrónicos, que sueñan con esquemas superados y pasadas glorias, cosa esto último que se aplica a su propio partido. EPN tiene delante de sí una ardua tarea, ya que seguramente se ha dado cuenta de la afirmación anterior y necesariamente debe escoger por qué camino  llevará su presidencia; el continuar con las viejas prácticas del PRI o iniciar un cambio y adecuarse a la nueva realidad. La primera opción provocaría fuertes reacciones y sería fuente de un gran malestar en la sociedad; con cierta certeza podríamos afirmar que este riesgo está presente y me baso viendo quiénes le rodean: políticos de la vieja guardia formados en los tiempos de los  gobiernos autoritarios y dados a amasar fortunas de dudosa procedencia, que seguramente caerían en la tentación de repetir el viejo estilo de mando heredado de próceres priistas como Luís Echeverría, de infame memoria. Incluso podría darse el caso de que pretendieran con éxito manejar a su antojo al mismo presidente y aislarlo y bloquearle sus iniciativas; no sería el primer caso que se conociera.

La segunda opción, la que se refiere a un cambio en el concepto priista de gobernar, es la que veo difícil y que en caso de iniciarla dos cosas al menos le resultarían del intento: la mala para él sería la de iniciar una serie de enfrentamientos ríspidos y en los que metafóricamente correría mucha sangre y causaría fracturas en el partido, aunque no sería de extrañar ya que la mayoría de los cambios son dolorosos. El aspecto bueno sería sin duda el escuchar e incluso identificarse con las verdaderas necesidades de la sociedad; digo esto último porque creo que ningún partido emplea su tiempo en acercarse a ella; están tan ocupados satisfaciendo tanto el partido como colectivo, como sus miembros en el gobierno sus propias ambiciones políticas y económicas, que no disponen de tiempo y mucho menos de interés para acercarse al pueblo.

EPN tiene un brillante oportunidad para cambiar a su partido, identificándose y sirviendo verdaderamente a México, aun a costa de los costos internos en el mismo. Si así lo hace, el PRI permanecerá muchos años más en el poder,  pero de no hacerlo  quizá el próximo presidente sea del PRD.

 
 

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