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Aguascalientes, Ags.- La mayoría de los ciudadanos está al tanto de los resultados de las elecciones, que han sido reñidas como nunca antes y que han arrojado cifras que se estimaban con claridad.
El proceso previo al primero de julio constituyó todo un ejemplo de preparación de una realidad deseada, basándose en tres grandes áreas de acción, que al menos los grandes contendientes usaron a plenitud; aunque cada uno de ellos varió la intensidad de uso de cada uno de ellos.
Estas tres grandes áreas comienzan con los grupos que forman el partido y que por el compromiso basado en intereses constituyen el voto duro que se da sin cuestionamiento, la segunda área es la de las presentaciones masivas ante militantes, reales o ficticios, convencidos o acarreados y que sirven para que el candidato se luzca y proyecte a la sociedad una imagen de solidez partidista y dominio de masas, y por último, la más novedosa y ampliamente usada, la guerra de las encuestas que ayudó a crear una idea de lo que podrían ser los resultados finales. Esta arma a mi parecer fue definitiva así como altamente sospechosa de ayudar a crear una espectativa del resultado final, atendiendo a los intereses de quienes pagaban los estudios.
El voto duro es el que da la plataforma para tener el porcentaje mínimo seguro, sirve además para estimar el posible a lograr a través de la labor de convencimiento que hagan los fieles en sus áreas de influencia, entiéndase vecinos, amigos y parientes, convencimiento que puede ser con dadivas más o menos generosas o simplemente con cobro de compromisos o con compadrazgos, institución de gran raigambre en México.
La labor de las encuestas puede haber ido desde reflejar una tendencia honesta, hasta la de falsamente crear una percepción en el electorado de lo que querían que fuera, de modo de tener los resultados de antemano a conveniencia.
Ninguno de los tres grandes contendientes dejó de usar los procedimientos descritos, diría que hasta es válido el hacerlo en las campañas electorales, el fin justifica los medios. El proceso de votación en si, está siendo cuestionado por los perdedores acusando al ganador de haber llevado a cabo marrullería y media, acusándolo de algo que sin duda ellos también de alguna forma hicieron, aunque con menos éxito.
El PRI ha ganado con un 38% del voto, lo que le da una relativa representatividad, el triunfo lo ha obtenido haciendo uso de todos los recursos a su alcance, cuya legalidad y moralidad están siendo cuestionadas, pero con toda seguridad EPN será el nuevo presidente. Ante esta realidad lo único que queda es analizar dos aspectos que serán de gran importancia para los próximos seis años de su gobierno. El primero es el de la conformación del gabinete, el futuro mandatario ha mandado continuamente mensajes de que existe un nuevo PRI y que con sus miembros gobernará. Lo que podría significar que al menos de cara a la sociedad veremos rostros frescos y esperemos que con nuevas ideas sobre cómo gobernar; EPN en ocasiones como que parece darse cuenta de que la sociedad ha cambiado y por lo tanto debería adecuar su estilo de gobierno, pero desafortunadamente creo que le pesan demasiado los modos de hacer y ser de su partido. Ante esta situación podríamos esperar dos cosas, la primera es que reaparecieran viejos políticos en puestos clave y con ellos su estilo de gobernar, lo que podría significar una vuelta al pasado de al menos setenta años, pero que dudo mucho que la sociedad lo aguantara y se darían problemas a corto plazo. La segunda posibilidad es de que aparecieran personas nuevas con preparación y quizá carentes de experiencia, y aquí es donde aparecería la sospecha de que detrás de ellos estarían, como poder tras el puesto, antiguos y maleados priistas de antaño, que se encargarían de darles línea de acción. Esta posibilidad tardaría algo de tiempo en salir a la luz, pero saldría, y cuando así fuera la reacción social también sería desfavorable al presidente.
La otra cosa que me llama bastante la atención es la reacción de los perdedores; el PAN ha tomado la sensata actitud de reconocer su derrota en las elecciones y volver la vista hacia adentro de su partido. Con la intención de llevar a cabo una reestructuración del mismo y mirar hacia el 2018, cosa que me parece realista y seria, les deseo la mejor de las suertes en esta ardua labor, y digo ardua por que cada vez más se parecen al PRI.
Por el lado del PRD no me sorprenden los moderados berrinches de AMLO, que está buscando anular una elección, que si bien no es de ninguna manera modelo de claridad y limpieza, es quizá hasta ahora la mejor que se ha tenido en el país. AMLO debería darse cuenta de que con esta elección su trayectoria política ha terminado, al menos como figura presidenciable. Las lecciones para su partido son varias, la primera es que la sociedad mexicana es de corte conservador o derechista y lo que huela a izquierda le asusta, justificada o injustificadamente, pero le asusta y más aún cuando se asocia con la violencia. La segunda va en cuanto al papel de figura emblemática que de aquí en adelante debe desempeñar AMLO, convirtiéndose en el líder moral del partido y lo que va a ser más difícil para él, nombrar a su sucesor para la próxima campaña presidencial, cuyo nombre todos sabemos. La tercera lección y muy importante, es la de convertirse en una oposición inteligente, que a través de alianzas con otros partidos logren pavimentar el camino para una mejor elección en el 2018. Entre las cosas para ayudar a este fin, está la segunda vuelta en las elecciones presidenciales, lo que daría certeza y mayor representatividad al ganador.
La lista de acciones a desarrollar es amplia y requiere todo el apoyo de los no ganadores, espero que los enconos partidistas no echen por tierra este posible interesante camino. Mientras tanto apoyemos, exijamos y vigilemos al presidente del 38%.
