Aguascalientes, Ags.- Más que a su fase candente, la campaña electoral parece encaminada hacia una suerte de frustración entre grupos muy específicos —candidatos, analistas, activistas o manifestantes— que se van radicalizando, cada uno a su manera, porque como el desenlace probablemente no corresponda a su elaboración mental, entonces ese sentimiento podría degenerar en alguna variante de la demencia.

No es, desde luego, un juego de palabras: es el hecho, eventualmente freudiano, de que si la realidad no corresponde con mis pulsiones, voy contra esa realidad.

Tanto en el lado del PAN como, sobre todo, en el entorno de AMLO, empiezan a aparecer comportamientos típicos de los trastornos caracterizados por el inicio del clásico ciclo de la negación y, sólo mucho después de que ocurre el hecho desencadenante, si algún día, se empieza a racionalizar, explicar y superar de manera tal que el sujeto logre volver a funcionar en condiciones más o menos normales.

Véase si no un excéntrico boletín de prensa de la llamada Asamblea Nacional Interuniversitaria en el que reproducen las conclusiones a las que un grupo de personas —6 mil 500 dicen los redactores— llegó en días pasados en una sesión realizada en las islas —¿dónde si no?­— de la Ciudad Universitaria en el DF.

Por ejemplo, el texto afirma que los asambleístas son “un movimiento autónomo y apartidista, que se declara plural, incluyente y pacífico” pero a rajatabla dictamina la existencia de “un proceso electoral contaminado que pretende restaurar el viejo régimen político. Por ende, justifica que “no se trata de odio ni de intolerancia contra su nombre” pero que hay “suficiente evidencia para demostrar que la cara actual de ese viejo régimen es el candidato Enrique Peña Nieto y el proyecto que éste representa”, ante lo cual confiesan indignación y hartazgo.

En suma, concluye que no confían en el Instituto Federal Electoral ni en los partidos políticos...…porque se está gestando un fraude electoral, que puede llevar al país a una crisis social y política de mayor profundidad”.

Así, sin pruebas ni datos ni argumentos. Esquizofrenia pura y dura.

El texto íntegro es fascinante desde un punto de vista psiquiátrico. Pero políticamente es revelador de cómo se irán distorsionando las percepciones y actitudes de algunos de los bandos en contienda conforme se vaya acercando el 1 de julio, y los números no varíen sustancialmente las predicciones electorales insinuadas hasta ahora por casi todas las encuestas.

Todo eso parece claro. Pero la reacción de los derrotados es mucho menos predecible. Por el lado de AMLO no cabe hacerse ilusiones de ningún calibre, y es probable que en las filas del PAN tienda a producirse una división entre la candidata —cuyo proceso de digestión de los resultados no será rápido— y el gobierno del presidente Calderón, que estará obligado no sólo a respetar la legalidad sino, más importante aún, a hacerla respetar.