Aguascalientes, Ags.- A semejanza de los toreros ¿deben los grandes escritores retirarse a tiempo, cuando aún resuenan las palmas en el graderío y no cuando empiezan a caer los cojines en el ruedo? Ésta es un poco la impresión que me deja Günter Grass, el premio Nobel de Literatura.
Tras el poema (“Lo que hay que decir” ) que publicó hace poco en que acusa a Israel de preparar un crimen que es previsible contra Irán y pide que Alemania no participe de ello, ahora produce otro (La vergüenza de Europa, El País , mayo 26, 2012) que aboga por Grecia porque sin ese país te marchitarás, Europa, privada del espíritu que un día te concibió. ¡Ooops!
Supongo que debe ser cierto que la poesía es la única prueba real de la existencia humana y que algún día salvará al mundo de sus tragedias, pero mientras eso sucede aquí tenemos un problema intelectual. Lo que pasa con la economía de Grecia es el resultado de largos años de excesos presupuestales, irresponsabilidad fiscal, falta de innovación y pérdida de competitividad. Sí, ya sé que estos términos suenan fatal para los castos oídos de la pureza espiritual y que tienen que ver con una ética, la ética del trabajo y del esfuerzo, que suele despreciarse, pero todos ellos son esenciales a la hora de procurar una vida mejor para las personas y no está claro si la evocación de la deuda civilizatoria es suficiente para conseguirla.
Grecia no desaparecerá, desde luego, ni dejará de ser para Occidente, como dice Grass, “la tierra que tu cuna fue”. Cierto. La cuestión es otra: sencillamente, que lo que Grass escribe, así sea edulcorado poéticamente, no es verdad. Eso por un lado.
Y, por el otro, Grass anda en problemas. Puede haber escrito grandes obras como El tambor de hojalata o El rodaballo o mea culpas estremecedoras como Pelando la cebolla , pero haber deliberadamente escondido tantos años su pertenencia juvenil a las SS de los nazis es un estigma moral que lo perseguirá toda la vida y que al menos afea sus apariciones recientes.
Letras Libres (mayo 2012) ha publicado el artículo de un periodista israelí, Anshel Pfeffer, que coloca bien los términos de la cuestión: La lógica y la razón son inútiles cuando un hombre extremadamente inteligente, nada menos que un Premio Nobel, no entiende que su pertenencia a una organización que planeó y llevó a cabo el genocidio sistemático de millones de judíos lo incapacita para criticar que los descendientes de esos judíos desarrollen un arma de último recurso que es la póliza de seguro destinada a evitar que alguien termine el trabajo iniciado por su organización... Grass puede ser tan crítico como desee con Israel. Sin duda, no puede haber una ley que limite su libertad de expresión, pero algunas cosas son tan fundamentales que ni siquiera deberían necesitar leyes. Es una cuestión de decencia humana elemental.
Sí, así de simple. |