La cuestión de los amigos

Aguascalientes, Ags.- Hasta donde se sabe, un político hace por regla general declaraciones políticas. Por eso, no deja de producir cierta ternura el candor de algunos comentarios sobre la declaración del Presidente electo acerca del tema de los amigos en la administración. En realidad, el asunto de fondo, el verdaderamente relevante para un gobierno y un país, no es la ecuación “amigos versus enemigos” ni nada parecido, sino el proceso para organizar un gabinete y seleccionar a sus integrantes, y el peso que en ello tienen la meritocracia y la competencia profesional y política de las personas.

Veamos un ejemplo. Por cortesía de un tocayo mío, registro que The Economist ha publicado en estos días una convocatoria abierta (http://jobs.economist.com/job/3022/...) para seleccionar al nuevo Gobernador del Banco de Inglaterra. Sí, leyó usted bien, al responsable de conducir al banco central de ese país, de influir decisivamente en el sistema financiero o de representar al banco ante el G-7 ó el G-20, lo van a designar mediante un procedimiento público. Pues bien ¿por qué una posición de tal relevancia, en uno de los países más importantes del mundo, es cubierta de esa forma?

Podría argumentarse que ya en el pasado, con Vicente Fox, se ha intentado otro mecanismo de reclutamiento de altos funcionarios y falló. Pudo haber sido que no son los head hunters los más apropiados para el mundo de la política y la administración pública; que hicieron mal su trabajo, o que lo hicieron bien pero Fox no entendió lo que le propusieron y en consecuencia su innovación terminó, como de hecho su gestión completa, en un rotundo fracaso.

La moraleja, como es obvio, no reside en una discusión bizantina sobre quienes deben o no ser seleccionados sino en el hecho de cómo ponerlo en positivo y diseñar un sistema a través del cual sean las competencias probadas, los resultados mostrados y las capacidades, las cualidades que prevalezcan a la hora de integrar un equipo de gobierno. Ese es el punto central.

Tradicionalmente el prisma suele detenerse en edades, lista de cargos ocupados, lealtades o simpatías. Todo eso cuenta, en algún grado, pero una visión avanzada va más allá y sugiere examinar con lupa si, además de esas características, los candidatos potenciales a cargos públicos dominan ciertas materias de manera verificable y documentada, si han mostrado resultados concretos, y cuáles, en las posiciones que han desempeñado a lo largo de sus trayectorias profesionales y no sólo exhibir la relación de sillas ocupadas, si su formación educativa es lo suficientemente sólida de suerte que avale determinadas aptitudes y, en suma, si han hecho algo en la vida como para deducir que los unos son mejores que los otros para gobernar un país.

El punto no es devanarse los sesos para opinar sobre una declaración política sino cómo hacerle para articular un gobierno de altísimo nivel. Eso es lo verdaderamente importante.