Al igual que el columnismo político, la caricatura corre el riesgo de ir desapareciendo de las páginas editoriales de los medios impresos. Existen periódicos de reciente creación que en sus páginas editoriales ya prescinden del trabajo de los caricaturistas o cartonistas.

“Hay visos de que esto va a ir sucediendo. Para allá va, sobre todo porque los periódicos tratan de economizar y una de las cosas que están cortando son las columnas de opinión. Las caricaturas también son una erogación importante, sobre todo cuando el caricaturista, ya no digas que es bien pagado, sino regularmente pagado”, prevé el presidente de la Sociedad Mexicana de la Caricatura (SMC) y director del Museo de la Caricatura, Emmanuel Vélez Jaime.

“Obviamente, cuando tú no tiene para pagarle bien a un buen caricaturista, pues te tienes que conformar con alguien que te llega ahí, le das la oportunidad aunque no tenga calidad”, lamenta el dirigente de los caricaturistas, quien fue entrevistado por DESDElared con motivo del 25 aniversario del museo que dirige.

“Tendrá que pensarse a futuro en una estrategia, en un frente común, para poder solventar una situación de tal naturaleza”, reflexiona Emmanuel (así firma sus cartones). Precisa que la SMC sólo tiene atribuciones para vigilar que se cumpla con el derecho autoral, no otras, como lo podría ser la de defensa del empleo o crear una bolsa de trabajo.

Tener un recinto, el mayor éxito

Para él, el mayor éxito que ha tenido la organización que preside es el haber conseguido que el gobierno de Miguel de la Madrid les cediera el edificio que ocupara, en su tiempo, el Real Colegio de Cristo, inmueble con más de 400 años de antigüedad, que se ubica la calle Donceles 99, en pleno Centro Histórico de la Ciudad de México.

El museo, que fue inaugurado el 19 de marzo de 1987, muestra caricaturas que datan de 1826 a la fecha, de autores como José Ma. Villasana, Daniel Cabrera, Abel Quezada, Jorge Carreño, Eduardo del Río García (Rius), Helio Flores, el mismo Emmanuel Vélez, el Chango Cabral, y muchísimos más.

Contra viento y marea

Se mantiene este recinto contra viento y marea como un espacio abierto al pensamiento y a la expresión gráfica, y como una ventana crítica al pasado, se subraya en el sitio Web del museo.

El primer intento que se conoce por crear un museo, data del 1 de diciembre de 1962, cuando el presidente Adolfo López Mateos inauguró el Club de Periodistas en la vieja casona de Filomeno Mata 8, también en el Centro Histórico.

En la misma página se dice que el museo resguarda 1,500 caricaturas originales y que la historia de la caricatura en nuestro país se divide en 4 periodos: México Independiente (1826-1876); la Sátira en el Porfiriato (1876-1911); la Revolución, el Caudillismo y el Maximato (1911-1934), y la crítica humorística por sexenios (1934-2002).

Al respecto, Vélez Jaime responde que sí hay algunos originales, pero precisa: “Cuando yo tomé la Presidencia de la Sociedad (en 2010) me encontré que no es el mismo acervo que yo conocía. Ha habido cosas que, no puedo asegurarlo, pero faltan algunas obras”.

“Se supone que hay originales desde la época del Porfiriato, y algunas un poquito más allá, de los tiempos del Ahuizote. Hay algunas cosas que se conservan, pero casi todas son impresas”, observa.

Realmente --comenta nuestro entrevistado--, de la época de (Antonio) Arias Bernal (El Brigadier), del Chango Cabral (Ernesto García Cabral) para acá, “es cuando se comienza a tener originales”.

Eminentemente social, la caricatura

Acerca de la trascendencia de la caricatura en la sociedad mexicana, Emmanuel (un hombre de poco más de 60 años de edad) la califica de muy importante. “La  hagas del tema que la hagas, es eminentemente social. Cuando a mí me preguntan, respondo que soy un caricaturista combativo a favor de la sociedad, no a favor de un partido” político.

Por ejemplo --continúa su opinión--,  en La Jornada hay muy buenos cartonistas, pero “a mí lo único que me disgusta de los ´jornaleros´ es que pertenezcan ideológicamente a un partido, porque eso los limita”.

“Pienso que un caricaturista debe ser apartidista para poder desenvolverse a gusto. Tener un compromiso sólo con la sociedad en general”, describe.
Y califica: “La caricatura nos permite reírnos de nuestros males y en este caso, los caricaturistas políticos  nos especializamos en criticar esas situaciones anómalas políticamente hablando, de funcionarios que son  corruptos o que hacen las cosas mal. Entonces nosotros tenemos esos medios para estarlos criticando. Creo que la caricatura cumple un papel muy especial para el mexicano”.

Entre el caricaturista y el monero

Cuando se le pidió que precisara la diferencia que hay entre el caricaturista y el monero, el entrevistado --que ha publicado, entre otros periódicos, en El Universal, El Financiero y Ovaciones, así como en la re vista Interviú--, detalló: “Es una diferencia sustancial, porque los moneros simplemente hacen monitos y los caricaturistas son gente capacitada para poder caricaturizar” a las personas.

“Hay que recordar que las caricaturas, no por ser tema de risa, no se deban tomar en serio. Cuando se hace una caricatura seria, pero bien hecha, te orilla a tener buen humor”, expone.

No obstante, reconoce el trabajo y el éxito que han alcanzado moneros como Rius (Eduardo del Río García), quien tiene toda una obra publicada a lo largo de su actividad como tal, sobre todo con Los Supermachos y Los Agachados.

Vélez Jaime, quien se autodefine como “caricarturimonero” (caricaturista y monero), explica que Rius no sabe dibujar como lo hacen Freyre (Rafael Freyre López) o como Carreño (Luis Carreño Limón), “no elabora un retrato de los personajes”, pero sus “monitos los hace con una maestría, con un oficio increíble, y la prueba de ello es la importancia que tiene toda su obra aquí en México”.

Lo mismo sucede con Magú (Bulmaro Castellanos Loza) con sus “monstruotes” tan ágiles, tan suaves, que hacen un editorial. En cambio, Freyre nunca fue crítico, era sólo un buen ilustrador de acontecimientos, hacía un retrato, una fotografía de los personajes.

En síntesis sostiene que “hay caricaturistas que no manejan los monos y hay moneros que no manejan la caricatura”.

Guadalupe Posada y el Chango Cabral

Sobre la influencia que pudieron haber tenido en los caricaturistas personajes como José Guadalupe Posada y el Chango Cabral, nuestro entrevistado opina que el aguascalentense, del Barrio de San Marcos, “nunca fue caricaturista; él fue un grabador que ilustró situaciones del momento, pienso que caricaturista no lo es; sé que en este sentido voy a tener detractores que me dirán que sí fue caricaturista”.

Caricaturistas fueron Arias Bernal y el Chango Cabral y otros muchos que dejaron huella. “Tú me puedes decir que Posada a la hora de hacer las ilustraciones de las calaveras, a la mejor ahí hay un poco de caricatura. Puede ser, y ahí es donde entra la controversia y ahí a la mejor yo puedo ceder terreno en aceptar esa situación, pero en el sentido estricto de las situaciones que él manejaba en su época para donde se imprimían sus trabajos, creo que no era caricaturista, era grabador”.

Alberto Beltrán (colaborador por muchos años del periódico El Día) “sí se vio influenciado por el estilo de Guadalupe Posada y llegó dibujar caricatura editorial”.

Los paradigmas de la caricatura

Para Emmanuel, los paradigmas del caricaturismo mexicano son, entre otros, Naranjo (Rogelio), Helio Flores, Freyre, Carreño (padre), El Fisgón (Rafael Barajas Guzmán), Ahumada (Manuel), Magú y Hernández (José) “Y no puedo dejar de mencionar a mi hijo (Víctor E. Vélez (Chubuscón), que es uno de los mejores dibujantes que hay ahorita en México: técnicamente es muy bueno, tiene buenas ideas y es crítico”.

Visitas guiadas

El Museo de la Caricatura tiene varias salas para exposiciones temporales de autores mexicanos y de diversas partes del mundo. En su librería se pueden adquirir ejemplares de caricaturistas famosos. Este recinto ofrece el servicio de visitas guiadas, así como un tianguis de exposición y venta de caricatura.