Vendrán una serie de cambios que modificarán gradualmente el gobierno, las políticas y tal vez reduzcan la violencia, pero no serán cambios promovido por los ciudadanos sino por extranjeros.
El Principio de acción y de reacción
Si observas, verás que hay un orden en la naturaleza y en el universo que pone a las cosas en su sitio y en armonía. Newton descubrió que “a toda acción le corresponde una reacción de la misma magnitud pero en sentido contrario”, que podríamos leer de dos modos: si la haces la pagas y si haces el bien cosechas más, algo parecido al Karma budista.
Si rompemos la ley natural inscrita en la naturaleza y dentro del corazón rompemos algo de nosotros por dentro y, al rompernos por dentro, rompemos y desordenamos lo de afuera.
Esto explica de qué manera la avaricia ha cepillado los bosques y tras esto vienen una serie de calamidades inevitables. Hay una correlación entre el orden personal con el orden natural. Al romperlo afectamos todo. Y todo nos incluye.
En el monte Sinaí
Ahí Dios, manifestado en una zarza ardiente, se comunicó con Moisés, manifestándole algo que quería decirnos por escrito: le inscribió en dos tablas los 10 mandamientos. Al tardarse en bajar, los judíos fundieron y adoraron un becerro de oro. Moisés, enfurecido, rompió las tablas porque el pueblo no estaba listo para obedecerlas.
Nos llama la atención que a Moisés Dios no le regaló fórmulas para fabricar acero y con ello mejores armas para superar a sus enemigos, no les regaló tecnología de punta, ni grandes conocimientos que les hubieran dado ventaja, ni técnicas para conservar alimentos, ni cómo obtener agua del desierto y tantas cosas necesarias. Sólo les dio los 10 mandamientos.
¿Con eso basta?
Lo responderemos con otra pregunta: ¿de qué sirve tener cosas en abundancia si no sabemos ser felices, si dañamos a nuestros semejantes, si no hay paz ni armonía en las familias, si hay envidias, trampas, amargura, resentimientos, robos, violaciones, secuestros, asesinatos?
La gran tentación, el gran dilema ha estado y lo seguirá estando entre adorar al becerro de oro por una parte y obedecer los 10 mandamientos, o sea, ordenar nuestras vidas en amar a Dios y al prójimo como a uno mismo.
San Agustín, en “La Ciudad de Dios”, relata cómo dos civilizaciones, una basada en el amor a sí mismo, busca la felicidad en los bienes y en el poder político. La otra, que ama a Dios por encima de todas las cosas, busca la vida eterna.
El progreso desordenado, en contra de la ley natural y de la ley divina se vuelve contra el hombre mismo y pagamos inevitablemente las consecuencias especialmente en la infelicidad y la falta de paz. La creciente demanda de ansiolíticos, pastillas para dormir, antidepresivos, las crisis de conciencia, familiares, el miedo colectivo, muestran esta realidad.
Una sociedad es sana en la medida en que sus habitantes prosperan y viven con armonía y respetan las leyes morales y las del Estado que buscan el bien común. Una sociedad enferma refleja lo contrario: el odio, o sea el abuso, la prepotencia, la indiferencia, el maltrato, de sus habitantes contra sí mismos. Al ir contra sí mismos atentan también contra la naturaleza desordenándola.
Aterricemos
¿Qué tan sana o enferma es la ciudad y el país dónde vives? Las grandes civilizaciones duran hasta que se corrompen y luego son invadidas por sus enemigos, como el Imperio Romano. Las leyes ponen orden y su cumplimiento hace ordenados a sus habitantes. Sin ley hay caos, y esto está a punto de suceder si lo permitimos.
Pero el Karma está alcanzando a los villanos por sus abusos y fechorías, sobre todo por los cientos de miles de muertos por el fentanilo y por lo tanto en contra de sí mismos. Nadie quisiera estar en el pellejo de los políticos, de los narcos y malhechores que temen ser asesinados o ser detenidos próximamente por la justicia gringa.
Los EEUU se mantienen porque creen y respetan sus leyes, dentro de lo que cabe. Lo más peligroso es que en México no se cree en la ley y se simula cumplirla. Al hacerlo perdimos la brújula. Por lo tanto ellos se están imponiendo, tienen demasiadas evidencias. ¿Resultaría exagerado decir que tenemos a una presidente rehén de ellos?
Requerimos autoestima social
Sin embargo, para sacudirse la violencia la sociedad mexicana necesita autoestima, creer en ella misma y poner su confianza en la ley que respete la naturaleza humana y en el orden universal. Tantos malos gobiernos y tantas malas noticias la han desalentado. Si observas, todo eso la hacen sentir incapaz, frustrada, miedosa, facilitando que los barbajanes hagan de las suyas.
En el año 2023, el periódico español El País publicó que los narcos sumaban entre 160 y 185 mil, ahora ponle 200 mil, pero somos 130 millones de mexicanos. Nos recuerda cómo seis millones de judíos fueron como ovejas al matadero sin rebelarse ante un ejército menor. Cada uno tenía miedo de morir y finalmente todos murieron.
Sobra gente capaz en México, en cada poblado y estado, alentemos buenas políticas. Ponernos en contra del gobierno no ha funcionado, al contrario ha empeorado; como tienen el poder se refuerzan para preservarse a sí mismos. Ellos mismos no van a aplicarse la justicia. Al contrario. En esto los americanos pueden ayudarnos.
No se trata de darles en la torre, se trata de algo mejor: que la ley y los derechos humanos sí se cumplan. Por eso cuando se habla de combate a un bando muchos lectores se distancian. Esto ha fomentado la indiferencia.
Levantemos esta sociedad azorrillada que tiene esperanza, pero no sabe cómo aplicarla. A México le urge cómo resolver el ser bien gobernado.