OPINIÓN

Envejecer con dignidad

2019-08-20

Hace pocas semanas falleció un arquitecto conocido mío desde hace cuatro décadas. Gozaba de amplio prestigio profesional, de buena fama por su honradez y de una gran capacidad para hacer amigos.

A medida que los años transcurrieron -como es lógico-  fueron apareciendo enfermedades y achaques. Pero siempre me impresionó su categoría humana para llevarlos, sin darles demasiada importancia y decidido a continuar realizando otro tipo de actividades de acuerdo a su edad hasta con cierta elegancia, sin quejarse nunca.

Al llegar a los ochenta años comenzó a usar bastón y a los noventa no le quedó más remedio que ser conducido en silla de ruedas. Por esas coincidencias que tiene la vida, yo continuaba viéndolo cada semana ya que solía dar conferencias y charlas o pláticas a sus amigos sobre virtudes y valores humanos. Era como “el rey de esos encuentros”, porque contagiaba con su alegría, buen humor y hasta el final de sus días generosamente les preparaba a sus invitados un sabroso café mañanero.

Cuando debía permanecer en cama o guardar reposo, le preguntábamos: ¿Cómo estás? ¿Cómo va esa salud? Y respondía con gracia: “Me encuentro de maravilla, como el Coliseo Romano: muy visitado por mis familiares y amistades aunque hecho una ruina”, y en tanto se reía con mucha serenidad y paz.

Un experto Psicopedagogo, amigo mío, me hacía ver que al llegar a la mayoría de edad hay aspectos que se deben de cuidar para no envejecer prematuramente. Recuerdo algunos de esos útiles consejos:

- Caminar erecto porque al encorvar habitualmente el cuerpo la columna vertebral termina por afectarse.

- Caminar con pasos firmes, levantando los pies, sin arrastrar los pies porque eso también puede afectar a las rodillas, tobillos o piernas.

- Cuando se estreche la mano al saludar, hacerlo con la fuerza adecuada y normal, sin el complejo de “ya no tener energías”.

- Hacer a diario algún tipo de ejercicio: caminar, practicar natación, hacer gimnasia… ya que la vida sedentaria es la causa de muchas enfermedades.

- En las reuniones con amistades, evitar conversar sobre temas negativos, alarmistas como enfermedades, operaciones, medicinas, entre otros, ya que eso –me decía mi amigo- afecta a la salud mental.

- Ilusionarse con lo positivo que nos presenta la vida hoy y ahora y con lo que se vislumbra en el futuro: avances de la ciencia, de la tecnología.

- Desarrollar aficiones como la historia, las biografías de grandes personajes, las grandes obras literarias, crear interés por saber más de física, de química y por todo el amplio mundo del saber.

Es evidente que a quien tiene por costumbre “pensar siempre en positivo”, esa conducta acaba influyendo en su cuerpo y en su mente. Por si fuera poco, su actitud contagia favorablemente a los que conviven con ellos, lo que hace que sean bienvenidos en todos los ambientes.

Concluimos con esta reflexión, ¿Y cómo lograr todo eso? Ya lo escribía aquel conocido pensador al decir: “Nadie lo hará por ti, ni tan bién como tú, si tú no lo haces”.