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Guía Educativa Aguascalientes
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ANÁLISIS POLÍTICO DE TEMAS DE COYUNTURA
Semana Política
Cidac
Centro de Investigación para el Desarrollo, A. C.
Aguascalientes, Ags.
2013-04-15
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La opinión sobre EPN: ¿por qué no 'prende' el público?

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Al rescate del uso legítimo de la fuerza pública

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El complejo acertijo del comercio con China

 

La opinión sobre EPN: ¿por qué no 'prende' el público?

En la primera semana de abril, los resultados de un sondeo publicado por Reforma acerca de los niveles de aprobación del presidente Peña Nieto generaron polémica debido al sensible desfase entre la opinión de quienes el diario etiquetó como “líderes” –suponiendo reflejar al denominado “círculo rojo”—, y la de los “ciudadanos” –o población abierta (círculo verde en el lenguaje de Fox).

De acuerdo con el levantamiento, 78% de los “líderes” manifestaron su aprobación a la gestión presidencial. Por el contrario, apenas 50% de los “ciudadanos” dieron un veredicto positivo al mandatario, un índice menor al que registraron sus antecesores tras sus primeros días de gobierno (Calderón registró 57% de preferencias, mientras Fox llegó hasta 70%). ¿Qué podría explicar esta (aparente) diferencia de impresiones entre los públicos que consultó Reforma? A continuación se analizan algunos factores que podrían acercarnos a una respuesta.

El dato de la alta aprobación del “círculo rojo” no sorprende si se consideran varios puntos. Por ejemplo, esta administración ha logrado sentar una agenda de reformas que los especialistas consideran cruciales para impulsar el desarrollo del país; ha dado golpes de autoridad con el objetivo de recuperar la imagen de un gobierno efectivo; y ha consolidado el control de la discusión pública desde el gobierno (sacando algunos temas de ésta). Por otra parte, descifrar los “por qués” de los relativamente bajos índices de aprobación del presidente entre la población abierta después de cuatro meses de gobierno es un poco más complicado.

Podría decirse que los resultados de Reforma no coinciden del todo con encuestas similares llevadas a cabo más o menos al mismo tiempo. Si se comparan las cinco encuestas disponibles al respecto (Buendía y Laredo, Parametría, Mitofsky, GEA-ISA y Reforma), ésta última tiene el menor nivel de aprobación. Sin embargo, y más allá de las diferencias, como puede observarse en la gráfica inferior, en el mejor escenario (encuesta Parametría, más su respectivo margen de error representado en la línea amarilla) la aprobación sobre la gestión de Peña Nieto alcanzaría sólo 62.5%. 

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Dos elementos que interactúan entre si y podrían ser importantes para dilucidar por qué el gobierno no ha causado la misma impresión entre el “círculo rojo” y la sociedad en general son: 1) los mensajes sobre las reformas y sus respectivas promesas o proyecciones aún no impactan en la vida de los ciudadanos; y 2) existe una desconfianza respecto a la comunicación gubernamental y sus herramientas –particularmente la publicidad oficial, cuya efectividad valdría la pena revaluar. Otro elemento que no se puede descartar es una decepción en la ciudadanía respecto al quehacer de los gobernantes. No es trivial que tan sólo el 52% de los encuestados por Reforma estén a favor del Pacto por México. Tampoco es irrelevante que el lenguaje que ha empleado el gobierno atienda con mayor claridad al segmento más educado, en detrimento de la población en general. De lo que no hay duda es que estamos experimentado un fenómeno exactamente inverso al que ha caracterizado al país desde los noventa.

Ahora bien, ¿qué tanto debiera preocuparle al gobierno el resultado de estas encuestas? Hasta el momento, la estrategia de comunicación parece estar centrada en apuntar hacia ganar la confianza y aprobación de empresarios y opinadores, tanto en México como en el extranjero para, entre otras cosas, restaurar la imagen del país como una fuente atractiva de inversión. No obstante, este discurso podría perder congruencia si la opinión de la población en general sigue siendo poco favorable. Incluso si el PRI lograra –como se vislumbra—victorias convincentes en la mayoría de los comicios locales de julio próximo en casi la mitad de los estados de la República, ello no necesariamente significaría un incremento en la aprobación del gobierno federal –aunque, según se maneje, podría ser más oxígeno para Peña. Lo cierto es que la única vía certera de aprobación sustentable de la población es lograr transformar de forma positiva su realidad. Hasta hoy, lo que ha cambiado son las percepciones, no la realidad: antes las percepciones eran negativas, hoy son positivas, pero la realidad sigue siendo igual. Esa será la medida última del resultado de la gestión gubernamental.

Al rescate del uso legítimo de la fuerza pública

En Guerrero, el semáforo de la ingobernabilidad parece a punto de cambiar del amarillo al rojo. El presidente de la Cámara de Diputados, Francisco Arroyo Vieyra, declaró que la entidad está en vías de convertirse en un “estado fallido”.

Con acciones erráticas, el gobernador perredista Ángel Aguirre no parece dispuesto a “tomar el toro por los cuernos”. No hay que olvidar que se trata del mismo funcionario que, como priista, fue designado gobernador sustituto tras la matanza de Aguas Blancas (1996), en suplencia del temible “Tigre de Huitzuco”, Raúl Figueroa Alcocer. Ciertamente, Aguas Blancas debe permanecer en la memoria del actual gobernador y seguramente él no es el único con esa clase de recuerdos. Hacia atrás en la historia tenemos Acteal (1997), la Chihuahua del fraude electoral (1985), la guerra sucia de los setenta, el jueves de Corpus (1971), Tlatelolco (1968) –el culmen del régimen autoritario—, entre muchos otros hechos de sangre y uso (percibido como desmedido) de la fuerza... como Atenco (2006). No es fácil exigir orden cuando la conciencia nacional carga con estas losas. Desde luego, nadie quiere hoy la represión brutal que se ejerció en algunas de esas pavorosas ocasiones. Pero lo que ya se clama con urgencia es que impere la ley, que rija el Estado de derecho. Eso es lo que intentó, exitosamente, el gobierno federal cuando envió a la policía a desmantelar un plantón en la carretera ciudad de México-Acapulco. La pregunta es si este tipo de acción fue el inicio de una nueva era o un momento excepcional.

Desde hace algunas semanas, varios estados del país se han convertido en escenarios de nuevos episodios de chantaje al Estado, por parte de grupos que defienden intereses rancios, a veces hasta ilegítimos. El detonante ha resultado ser la reforma educativa y Guerrero es donde se ha gestado el movimiento de más amplio alcance en su contra. No obstante, las demandas de los inconformes cada vez son menos claras, y poco a poco asoman rebasar el ámbito educativo, ya que las movilizaciones ya no incluyen sólo al magisterio en disidencia. Hoy resulta preocupante la imbricación en el movimiento de la Coordinadora de Autoridades Regionales (CRAC), que reúne a grupos armados de autodefensa y supuestas “policías comunitarias” guerrerenses. Se trata de un coctel explosivo que inevitablemente remite a la Oaxaca acosada por la APPO en 2006. El presidente Peña ha dicho que las reformas aprobadas no están condicionadas. Lo cierto es que, para ciertos grupos, las reformas pueden ser sólo un pretexto para la movilización.

La problemática del sur del país terminará plantándose de lleno en el Distrito Federal, donde el Congreso de la Unión definirá el futuro de la educación nacional. El Estado mexicano deberá defenderse, pues así protegerá la deliberación democrática. Y es que, a diferencia de la mayor parte del siglo XX, hoy México es un país democrático. Qué duda cabe que el Estado cuenta hoy con la legitimidad suficiente para defender con todo rigor las decisiones políticas fundamentales y los derechos de todos. Para ello se deberá utilizar la fuerza estrictamente necesaria, razonable y proporcional al grado e inmediatez de la amenaza que plantee cada caso, como lo ha entendido la jurisprudencia de las democracias occidentales.

Es urgente un cambio cultural para que nuestros gobernantes apliquen la ley, para lo cual resultará clave que la fuerza nunca más se utilice con ferocidad sino con pericia técnica, y que los operativos que liberen el espacio público no sean razzias salvajes sino auténticas cirugías con anestesia. El Pacto por México contiene el acuerdo sobre la creación de una ley que establezca parámetros claros para el uso de la fuerza pública. No parece mala idea. Por lo pronto, ojalá que el PRI, de vuelta en el gobierno federal, haya aprendido las lecciones y actúe en este ámbito con inteligencia y responsabilidad política.

El complejo acertijo del comercio con China

El presidente Peña completó su primera gira por Asia, despertando gran interés de la comunidad de negocios mexicana ante la urgencia de un nuevo orden en el intercambio de bienes y servicios, en particular con China. En el marco de esta visita, PEMEX firmó algunos acuerdos con empresas chinas para exportar 30 mil barriles de petróleo diarios por la próxima década (una cifra simbólica y casi irrelevante), así como ampliar el intercambio de información científica y tecnológica en el sector petrolero. El mandatario también tuvo reuniones relacionadas con la participación de inversiones chinas en proyectos de infraestructura en México, especialmente en el área de transporte público y sector ferroviario. Sin embargo, como es sabido, la cancha comercial con el gigante chino es muy dispareja por diversas razones.

Expertos y empresarios han manifestado su preocupación por el crecimiento exponencial del desequilibrio en nuestra balanza comercial con China, nuestro segundo socio en la materia. En 2012, del total de exportaciones mexicanas, solamente 1.54% correspondieron a ventas a China. Por el contrario, 15.4% de las importaciones mexicanas provienen de esa nación, lo que representa el déficit más dramático entre México y cualquiera de sus socios comerciales.

Desde el punto de vista de la inversión, a pesar de que China ha puesto especial interés en Latinoamérica en los últimos años, México no se encuentra entre los principales receptores de dinero chino. Según datos de CEPAL, China se convirtió en una de las cinco potencias de inversión en la región durante 2012. No obstante, las inversiones chinas apenas representan 0.1% del total de la inversión extranjera directa en México. Esto no es casual y probablemente no responde a un desinterés chino, sino más bien a un (tal vez justificado) temor mexicano.

En teoría, en términos de políticas públicas, la ventana de oportunidad para México está estrechamente vinculada con el diseño e implementación de un marco de desarrollo en el que la inversión directa desempeñe un papel detonador en tecnología, empleo, y capacitación, y el sector exportador se integre a cadenas productivas regionales. A la par de esto, México puede aprovechar sus tratados internacionales y acuerdos comerciales para integrar sus cadenas productivas de insumos, aprovechando lo que se conceptualiza como “acumulación de origen”. Ahora bien, en la práctica, los vínculos comerciales con China deben asumirse con cautela.

Detrás de su crecimiento como potencia económica, además de las reformas emprendidas desde 1979 con el propósito de integrarse a los mercados internacionales, China carga el estigma de prácticas como el “dumping”, la piratería, la manipulación de su moneda y otras que han generado todo un compendio de demandas de varios países –México incluido—ante la Organización Mundial del Comercio.

Es cierto, conforme el “gigante asiático” se ha ido integrando a la economía internacional, también algunas de esas “malas costumbres” se han visto forzadas a cambiar. Asimismo, otras ventajas naturales de los chinos han ido diluyéndose, como el bajo precio de su mano de obra. Esto último, paradójicamente, podría beneficiar a países como México por el interés de muchas empresas en instalarse en sitios de mejor accesibilidad al que continúa siendo el mayor mercado del mundo, Estados Unidos. En suma, poco a poco irán desapareciendo los “pretextos” para el proteccionismo mexicano frente a China. Lo primordial, independientemente de esta relación, es que la economía mexicana avance en competitividad y en la construcción de mejores condiciones de inversión. De otro modo, llegado el inexorable momento de competir bajo las mismas reglas, estaremos pagando las consecuencias.

 
Reproducido con autorización del CIDAC
 
 
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